Mita Homs, la intensidad del relato

Mita Homs, la intensidad del relato, por Patricia Calvelo

Mita Homs. Así la conocíamos todos y así firmaba sus escritos Irma Homs de Hoffman. Había nacido en El Trébol, un pueblo de Santa Fe, pero vivió la mayor parte de su vida en Jujuy. Era contadora. Contadora de números en su juventud que se reveló como contadora de cuentos en su madurez. Si hay que hablar de su quehacer literario, se puede decir más o menos lo mismo que se afirma de muchos escritores. Se puede decir, por ejemplo: 

 "Colaboró asiduamente con los periódicos locales y participó en antologías a nivel regional y nacional. Alcanzó el reconocimiento que todo escritor desea: participó de talleres literarios con destacados escritores, publicó libros, ganó premios, fue invitada a eventos, fue jurado de concursos, dio charlas".

El listado pormenorizado de sus logros, sin embargo, quizás no sea tan importante como algunos rasgos de su personalidad literaria. Como la escritora que fue, yo la recuerdo así: 



Mita era una lectora incansable y una crítica implacable. Su ojo clínico no perdonaba el más mínimo desliz, ni en la pluma de los otros ni en la suya propia. Perfeccionista, escrupulosamente meticulosa en el uso de la lengua. Esto no le hacía perder para nada la visión de conjunto. 


Publicó dos volúmenes de cuentos, imprescindibles: "La vida es otra cosa" y "La verdadera historia". Dejó varios relatos inéditos que continuó corrigiendo hasta el final. Atendiendo siempre al ritmo y la naturaleza de la narración, supo engarzar pequeñas piedras de poesía entre sus líneas. Sabía captar la realidad con agudeza y la plasmaba con calidad fotográfica en el papel. 

Sus historias son sencillas, cotidianas, pero guardan en su seno la importancia de lo esencial, de lo humano, ya sea en lo sublime o en lo vil de sus personajes. Personajes intensos, que cobran volumen en el transcurso de la breve historia que les da vida. Como aderezo fundamental supo usar en sus relatos una fina ironía, que en ocasiones se desliza suavemente hacia un humor sutil e ingenioso. A Mita no le gustaba hablar de lo que escribía. Prefería compartir sus nutridas lecturas. 

 A todo el que preguntaba por sus cuentos le decía, con total desparpajo: "Ahí están, léanlos si quieren". Hoy, que hace un año que su voz dejó de sonar para siempre, hay que volver a leer los magníficos relatos que nos dejó esta mujer intensa, que sin duda fue y será una de las mejores voces narradoras de Jujuy, si no la mejor. 

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